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Ghost in the shell, el fenómeno de la conciencia y las metáforas del Budismo


Buda se ha traducido por “Iluminado”, pero se dice que una mejor traducción es “Despierto”. Las películas Ghost in the Shell (Japón, 1995 y 2004) retoman la noción budista del Despertar como parte de una reflexión acerca del fenómeno de la conciencia.

Hace tres años, en los primeros días del 2007, pude por fin ver las dos películas de Ghost in the Shell, dos largometrajes animé dirigidos por Mamoru Oshi. Por “coincidencia” me encontraba leyendo un libro de introducción al Budismo, "Buda y Budismo", de Fernando Solana Olivares.

En algún momento entre 2003 y 2004 había escuchado que esta película japonesa “inspiró Matrix”. En el año 2005 asistí a unas cuantas clases de un curso sobre Economía Ecológica. Uno de los instructores, un chileno recién llegado de Barcelona, nos pasó algunos fragmentos de Ghost in the Shell --la primera--, para introducirnos al tema de “la complejidad”. Nadie entendió nada, pero había frases que de algún modo me hicieron recordar la serie de divulgación científica Cosmos, de Carl Sagan.

No hubo en aquel momento oportunidad de ver completa la película. Finalmente pude conseguir una copia en el año 2006, en una tienda de juegos y videos japoneses. Allí también encontré la segunda película de la serie, que lleva el subtítulo de Inocencia, y sobre la cual nunca había oído hablar. Al terminar el año puede sacar algún tiempo para verlas.

Recuerdo mi emoción --y la tormenta de ideas en mi cerebro-- cuando estas dos películas me permitieron aprehender --de algún modo comprender-- algunos conceptos de la cosmología budista desarrollados en el libro de Solanas.

Por una parte, hay un paralelismo entre el mundo de conciencias totalmente interconectadas de ambas películas y la noción de totalidad o unidad en el Budismo. Es decir, el mundo informatizado de Ghost in the Shell me pareció una metáfora del Todo. Hay una frase de la Mayor Kusanagui en la primera película que lo expresa muy claramente: "tengo una cara y una voz para distinguirme de los demás, pero mis pensamientos y mis recuerdos no son míos". Podríamos decir, que todo ello lo tomamos de cultura y lo devolvemos a ella: "Cada una de esas cosas son sólo una parte del todo. Yo reúno información para usarla a mi manera. Todo eso se funde en una mezcla que me forma a mí y da origen a mi conciencia".

Por otra parte, las dos películas son también responsables de que una versión del Despertar budista, específicamente el Kensho del Budismo Zen japonés, se me antojara como la súbita conciencia de la identidad entre “realidad” e “ilusión”, de lo cual se desprende que “Todo es vacío. No hay nada sagrado”, frase pivotal de la cosmología Zen.

Intentaré reconstruir con palabras lo que en aquel momento fue un ráfaga de intuiciones. El punto de partida es la noción del fenómeno de la conciencia (del auto-conocimiento) como resultado de la complejidad del cerebro humano --un sistema puramente material, sin intervención de “espíritus”--. De allí que una Inteligencia Artificial extremadamente sofisticada y en interacción con el mundo de los seres humanos podría reproducir el fenómeno de la conciencia. Tal entidad nos parecería un ser inteligente, auto-conciente, capaz de tomar decisiones propias, igual que el resto de seres humanos.

Ghost in the Shell, la primera, trata de cierta entidad con Inteligencia Artificial llega a tomar conciencia de sí misma, y aunque reside en una red informática, se propone obtener un cuerpo propio, lo cual tiene efectos en el mundo material. Uno se pregunta si debemos tomar a dicha entidad como un ser “real” o tan sólo como un programa informático capaz de crearnos la “ilusión” de estar frente a un ser “real”? Cuanto más verosímil se muestra la entidad en su representación de un ser inteligente y conciente de sí mismo, más borrosa parece la frontera entre los seres “reales” y los “virtuales”.

Adicionalmente, en películas como Ghost in the Shell 2 (Inocencia), o la serie Matrix, los sujetos experimentan ilusiones o sueños tan verosímiles que no es posible diferenciar entre la vivencia de una ilusión y la percepción de la realidad, pues, en el fondo, los procesos cerebrales que forman la base de lo uno y lo otro quizás sean los mismos.

Desde mi punto de vista, las ilusiones, fantasías, sueños, alucinaciones, así como las percepciones y representaciones del mundo “real” o material, son todos fenómenos de la conciencia, cuyo fundamento, en el caso de los seres humanos, se encuentra en las estructuras del sistema nervioso central y periférico.

No deja de ser intrigante, y una maravilla, que del proceso de evolución de la materia pueda surgir el fenómeno de la conciencia. Pero en el fondo, y al final de nuestras vidas, todo ello habrá servido para lograr lo mismo que cualquier otro ser viviente: alimentarnos, mantenernos vivos por un tiempo, posiblemente traspasar nuestros genes a la progenie, interactuar física y químicamente con nuestro entorno, y por último entregar nuestro cuerpo al ecosistema del cual provenimos. Nada sagrado, todo vacío.

Ahora bien, quisiera dejar claro que todo esto es una interpretación personal de un tema metafísico y bastante difícil de comprender en el Budismo Zen. A mí, que soy un neófito en el tema, se me ocurre que el tema del Vacío tiene que ver con la identidad entre “realidad” e “ilusión”.

Pero el Budismo en la vida diaria se trata de otra cosa, tiene que ver con la cesación del sufrimiento, el personal y el colectivo. El fenómeno de la conciencia resuta maravilloso cuando se trata de experimentar la felicidad --digamos que eso constituye una ventaja con respecto a la vida de un árbol de naranjas, posiblemente--. Pero la conciencia también supone la capacidad de sufrir y la capacidad de provocar sufrimiento. Si nos diéramos cuenta de cuánto sufrimiento somos responsables por la búsqueda de "ilusiones"... Me refiero, por ejemplo, al consumismo hedonista garantizado a costa del sufrimiento de otros (ejemplos hay muchos).

Convendría recordar, entonces, que tantas experiencias agradables pero dañinas no son más reales o verdaderas que los impulsos bioquímicos en nuestro cerebros.

La crisis económica y el desafío de la complejidad

De eso se trata el reto de la complejidad: lo que se nos aparece como una receta o explicación de aplicación general, en realidad sólo es válida bajo ciertas condiciones, sumamente restrictivas. El pensamiento simplificado se caracteriza por subestimar la importancia de la circunstancias particulares y aplica la receta "tal cual", casi siempre con resultados desastrosos.

"Complejidad" es una palabra que escucho y leo cada vez con más frecuencia. El otro día, en un Encuentro de Iniciativas de Comunicación y Medios Independientes (Ver aquí, también aquí) se hablaba de "visibilizar la realidad en su complejidad". Literalmente, alguien decía: "Los medios [de comunicación] tradicionales simplifican la forma en que ocurren las cosas. Los medios alternativos tenemos la responsabilidad de ofrecer visiones más ricas que sirvan como herramientas para que a la gente no se le diga qué hacer si no que pueda analizar su situación y se pueda orientar. Revalorizar a la gente, no simplificarla, tratamos de mostrar a los seres humanos en su mayor riqueza para comprenderlos y para actuar a partir de esa comprensión". Por otra parte, la Universidad de Costa Rica albergará a finales de febrero de 2010 el 4to Congreso Internacional sobre Transdiciplinariedad, Complejidad y Ecoformación (Ver aquí).

Me enteré de este congreso en una conferencia sobre "Complejidad y modelamiento de la mente", de Manuel Arce Arenales (Programa de Investigación "Cognición y Lenguaje", de la UCR: aquí). Uno de los temas de la conferencia fue la enorme capacidad del cerebro para abordar la complejidad de las interacciones interpersonales y a nivel de "tropa" (término empleado por Arce Arenales para denominar un grupo conformado por unas pocas decenas de personas).

En lo personal esta conferencia me dejó una inquietud: que más allá del nivel de "tropa", las capacidades humanas de aprehender la complejidad se vuelven muy limitadas. O para decirlo de una manera positiva: el ser humano tiene una gran capacidad para simplificar la complejidad mediante el proceso de categorización. Es decir, por algún proceso mental básico, la diversidad y singularidad de las personas, sus relaciones y circunstancias puede fácilmente quedar reducida a unas cuantas categorías. Categorías que simplifican la riqueza de la realidad, por ejemplo, cuando decimos los "ticos" somos así, los "nicas" son asá, el "desarrollo", etc. Esta capacidad de aprehender lo complejo mediante la categorización es obviamente de mucha utilidad pero al mismo tiempo es una barrera para la comprensión de las particularidades de cada individuo, cada situación o cada grupo social.

Las desventajas de la categorización tienen que ver con algo que podríamos llamar la "fetichización de las categorías": constantemente aprendemos conceptos pero desconocemos las condiciones de su origen, la necesidad social que llevó a su creación, y por lo tanto desconocemos la riqueza y variantes que encierran las palabras. Así terminamos apegándonos a conceptos o categorías rígidas que, eventualmente, se vuelven un obstáculo para enfrentar una realidad cambiante y de creciente complejidad. Para superar esa rigidez quizás se hace necesario producir y popularizar nuevos conceptos y nuevas teorías (relaciones entre conceptos).

Por ejemplo, nada tan actual para evidenciar las limitaciones del pensamiento económico estándar como la crisis financiera que se desató en el año 2008. A juzgar por una gran cantidad de publicaciones durante los últimos 16 meses, existe una conmoción --todavía no bien comprendida-- debido a que las nociones básicas de del pensamiento económico neo-clásico (neoliberal, desde otro punto de vista), se encuentran en el origen mismo de la crisis.

Algunas de las nociones desafiadas son la hipótesis de que los actores económicos se guían por "expectativas racionales". Otro concepto que debiera desecharse es el de "distorsión", el cual se basa en la idea --cada vez más difícil de sostener-- de que los mercados se regulan a sí mismos y que los resultados de esa auto-regulación son los óptimos desde un punto de vista social y económico, y que por lo tanto es una redundancia innecesaria o incluso un estorbo (una "distorsión") la intervención estatal. (Pero qué buenas resultan las "distorsiones" cuando el Estado interviene para salvar a los bancos !!).

Desde luego, los cuestionamientos a la simplificación en el pensamiento económico neo-clásico no son nuevos. Para mencionar un hecho no muy lejano, y que puso a los economistas tradicionales a discutir entre sí, recordemos la masiva protesta contra la OMC en noviembre-diciembre de 1999, en la ciudad de Seattle, Estados Unidos. Luego de esta movilización aparecieron libros como "El malestar en la globalización", de Joseph E. Stiglitz, donde se lee:

Tras la ideología del libre mercado hay un modelo [...] según el cual las fuerzas del mercado --la motivación del beneficio-- dirigen la economía hacia resultados eficientes como si la llevara una mano invisible. Uno de los grandes logros de la economía moderna es haber mostrado el sentido en que y las condiciones bajo las cuales la conclusión de Smith es correcta. Tales condiciones son sumamente restrictivas. (El malestar... , Editorial Taurus, p. 103. Énfasis nuestro).


De eso se trata el reto de la complejidad: lo que se nos aparece como una receta o explicación de aplicación general, en realidad sólo es válida bajo ciertas condiciones, "sumamente restrictivas". El pensamiento simplificado se caracteriza por subestimar la importancia de la circunstancias particulares y aplica la receta "tal cual", casi siempre con resultados desastrosos.

Tras la crisis capitalista más importante en casi 80 años, la economía dominante ha comenzado a reconocer sus simplificaciones. Ya se han presentando reacciones interesantes. Por ejemplo, Allan Greenspan, arquitecto de la desregulación financiera en Estados Unidos reconoce que se "equivocó" (Ver aquí, en inglés). Por otra parte, el especulador de las finanzas Georges Soros --que se hizo multimillonario por su conocimiento de la psicología humana, no precisamente por su apego a la doctrina económica--, recientemente anunció que dará 50 millones de dólares de su fortuna personal para "renovar el pensamiento económico" (Ver aquí, en castellano. O también entrevista, en inglés).

Por otra parte, el entusiasmo por las corrientes críticas dentro de la economía parece multiplicarse, aunque se reconoce que tomará varios años y una crisis más larga para que las nuevas ideas se abran paso entre el "establishment". La revista canadiense Adbusters dedicó un número a esta cuestión, dentro de su singular estilo "situacionista" (En inglés: Edición No.85). Uno de artículos relata rápidamente cómo desde el año 2000 se ha venido dando una rebelión en los departamentos de economía de algunas universidades en Francia, Inglaterra y Estados Unidos (Aquí, en inglés). Este movimiento tiene su propia revista, que se ve muy prometedora: Real-World Economics Review. Uno de los temas que necesariamente deberá abordar el nuevo pensamiento económico es la cuestión de la sostenibilidad, para lo cual le será necesario asumir la complejidad de las relaciones entre el sistema económico y la biosfera, tema del cual se ocupa la Economía Ecológica (Ver aquí).

En fin, segurmanete el concepto de complejidad seguirá rondando. Bienvenida su nebulosa complejidad.